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«El Caso de la Cabaña del Cazador»—Agatha Christie

«Después de todo,» murmuró Poirot, «es posible que esta vez no me muera.»

Viniendo de un enfermo sufriendo de influenza, pensé que el comentario era una muestra de beneficioso optimismo. Yo mismo había sido el primer enfermo. Poirot, a su vez, había caído también. Ahora estaba sentado en la cama, apoyado con almohadas.

«Sí, sí,» continuó mi amiguito. «¡Una vez más volveré a ser yo mismo, el gran Hercule Poirot, el terror de los malos! Mire nomás, mon ami, que tengo un pequeño párrafo para mí solo en Chismes de la Sociedad. ¡Cómo no! ¡Aquí está!

«¡Venga, criminales, salgan todos! Hercule Poirot—y créanme, chicas, es todo un Hércules—nuestro detective favorito no podrá atraparlos. ¿Por qué? Porque él mismo tiene la grippe.«

Me reí.

«Bien por usted, Poirot. Se está convirtiendo en un personaje público. Y por suerte usted no se ha perdido nada especial durante este tiempo.»

«Sí es cierto. Los pocos casos que he tenido que rechazar no me han dado remordimiento.»

Nuestra patrona asomó la cabeza por la puerta.

«Hay un caballero abajo. Dice que quiere ver a M. Poirot o a usted, capitán. Como estaba muy alterado—y aún así es todo un caballero—le traje su tarjeta.»

Me entregó el pedazo de cartulina. «Honorable Roger Havering,» leí.

Poirot hizo un gesto con la cabeza hacia el librero y yo, obediente, saqué el “Quién es Quién.” Poirot lo tomó de mi mano y hojeó las páginas rápidamente.

«Segundo hijo del quinto barón Windsor. Casado en 1913 con Zoe, cuarta hija de William Crabb.»

«Hm,» dije. «Creo que es la chica que solía actuar en el Frivolity—solo que se hacía llamar Zoe Carrisbrook. Recuerdo que se casó con un joven de la ciudad justo antes de la guerra.»

«¿Te interesaría, Hastings, bajar y escuchar cuál es el particular problema de nuestra visita? Preséntele todas mis excusas.»

Roger Havering era un hombre de unos cuarenta años, bien plantado y de elegante apariencia.

Sin embargo, su rostro estaba demacrado y era evidente que sufría una gran agitación.

«¿Capitán Hastings? Usted es el socio de M. Poirot, según tengo entendido. Es imperativo que venga hoy conmigo a Derbyshire.»

«Me temo que eso es imposible,» respondí. «Poirot está enfermo en cama: influenza.»

Su rostro se descompuso.

«Ay, cómo cree, eso es un golpe duro para mí.»

«¿El asunto sobre el que quiere consultarle es serio?

«¡Dios mío, sí! Mi tío, el mejor amigo que tengo en el mundo, fue asesinado vilmente anoche.»

«¿Aquí en Londres?»

«No, en Derbyshire. Estaba en la ciudad y recibí un telegrama de mi esposa esta mañana. Inmediatamente después de recibirlo decidí venir y rogar a M. Poirot que se encargara del caso.»

«Si me disculpa un momento,» dije, arrestado por una idea repentina.

Me apresuré a subir las escaleras y, en breves palabras, puse a Poirot al corriente de la situación. Me quitó de la boca cualquier otra palabra.

«Ya veo, ya veo. Quiere ir usted mismo, ¿o no? Y, pues, ¿por qué no? Ya debería conocer mis métodos. Todo lo que le pido es que se reorte detalladamente todos los días y que siga implícitamente cualquier instrucción que le mande.”

Acepté con muchas ganas, y una hora más tarde estaba sentado frente al Sr. Havering en un vagón de primera clase del Ferrocarril Midland, que se alejaba rápidamente de Londres.

«Para empezar, Capitán Hastings, debe comprender que La Cabaña del Cazador, a donde nos dirigimos y donde tuvo lugar la tragedia, no es más que una pequeña cabañita de cacería en el corazón de las praderas de Derbyshire. Nuestro verdadero hogar está cerca de Newmarket, y normalmente rentamos un departamento en la ciudad durante la temporada. La Cabaña del Cazador está atendida por un ama de llaves que es capaz de hacer todo lo que necesitamos cuando venimos de vez en cuando durante el fin de semana. Por supuesto, durante la temporada de caza, traemos a algunos de nuestros servidores de Newmarket.

«Mi tío, el Sr. Harrington Pace (como podrían saber, mi madre era una tal Srta. Pace de Nueva York), lleva tres años viviendo con nosotros. Nunca se ha llevado bien ni con mi padre ni con mi hermano mayor, y sospecho que el hecho de que yo sea algo como hijo pródigo ha aumentado su afecto hacia mí en lugar de disminuirlo. Claro, yo soy un hombre pobre y mi tío era uno rico; en otras palabras, ¡él pagaba la cuenta! Pero aunque exigente en muchos aspectos, en realidad no era difícil llevarse bien con él, y los tres vivíamos en gran armonía.

«Hace dos días, mi tío, bastante cansado de algunas de nuestras recientes travesuras en la ciudad, sugirió que fuéramos a Derbyshire a pasar uno o dos días. Mi esposa le mandó un telegrama a la Sra. Middleton, el ama de llaves, y nos fuimos esa misma tarde. Ayer por la tarde me vi obligado a regresar a la ciudad, pero mi esposa y mi tío se quedaron. Esta mañana recibí este telegrama.»

Me lo entregó y lo leí:

Ven ya. Tío Harrington asesinado anoche. Trae buen detective si puedes, pero ven.

Zoe.

«¿Entonces aún no sabes detalles?»

«No, supongo que saldrá en los periódicos de la tarde. Sin duda la policía está a cargo.»

Eran alrededor de las tres cuando llegamos a la pequeña estación de Elmer’s Dale. Desde allí, un trayecto de ocho kilómetros nos llevó a un pequeño edificio de piedra gris en medio de los descuidados páramos.

«Un lugar solitario,» observé.

Havering asintió.

«Intentaré deshacerme de él. Nunca podría volver a vivir aquí.»

Le quitamos el seguro a la reja y estábamos subiendo por el estrecho sendero hasta la puerta de roble cuando una figura familiar salió a nuestro encuentro.

«¡Japp!» se me salió.

El inspector de Scotland Yard me sonrió amistosamente antes de dirigirse a mi acompañante.

«¿Sr. Havering, verdad? Me han enviado desde Londres para hacerme cargo de este caso y me gustaría hablar con usted, si me lo permite, señor.»

«Mi esposa…»

«He visto a su buena señora, señor, y al ama de llaves. No le será más que un momento, pero estoy ansioso por volver al pueblo ahora que he visto todo lo que hay que ver aquí.»

«Todavía no sé nada de lo que…»

«Exacto», dijo Japp de una manera serena. «Pero aún así hay uno o dos pequeños puntos sobre los que me gustaría saber su opinión. El Capitán Hastings, que me conoce, irá a la casa y les dirá que usted viene.»

Fui a la casa. Timbré, pues Japp había cerrado la puerta tras de sí. Al cabo de unos momentos me abrió una mujer de mediana edad vestida de negro.

«El Sr. Havering llegará dentro de un momento,» le expliqué. «Ha sido detenido por el inspector. He venido con él desde Londres para investigar el caso. Quizá pueda contarme brevemente lo que ocurrió anoche.»

«Entre, señor.» Cerró la puerta detrás de mí y nos quedamos en el vestíbulo poco iluminado. «Fue después de la cena de anoche, señor, cuando vino el hombre. Pidió ver al Sr. Pace, señor, y al ver que hablaba de la misma manera, pensé que era un caballero americano amigo del Sr. Pace, y le hice pasar a la sala de armas, y luego fui a decírselo al Sr. Pace. No quiso darme su nombre, lo cual, ahora que lo pienso, claro que es un poco extraño.

«Se lo dije al Sr. Pace, y parecía desconcertado, pero le dijo a la señorita: ‘Discúlpame, Zoe, mientras veo qué quiere este tipo.’ Se fue a la sala de armas y yo volví a la cocina, pero al cabo de un rato oí voces fuertes, como si estuvieran discutiendo, y salí al vestíbulo. Al mismo tiempo, la señorita salió también, y justo en ese momento se oyó un disparo y luego un silencio espantoso. Ambos corrimos hacia la puerta de la sala de armas, pero estaba cerrada, y tuvimos que dar la vuelta hasta la ventana. Estaba abierta y dentro estaba el Sr. Pace, todo herido de bala y sangrando.»

«¿Qué fue del hombre?»

«Debió escaparse por la ventana, señor, antes de que llegáramos.»

«¿Y entonces?»

«La Sra. Havering me envió a buscar a la policía. Había que caminar ocho kilómetros. Volvieron conmigo; y el alguacil se quedó toda la noche; y esta mañana llegó el caballero policía de Londres.»

«¿Cómo era ese hombre, el que llamó para ver al Sr. Pace?»

El ama de llaves reflexionó.

«Tenía barba negra, señor, era de mediana edad y llevaba un abrigo ligero. Aparte de que hablaba como un americano, no me llamó mucho la atención.»

«Ya veo. Ahora, ¿me pregunto si puedo ver a la Sra. Havering?»

«Está arriba, señor. ¿Quiere que le diga?»

«Si es tan amable por favor. Dígale que el Sr. Havering está fuera con el Inspector Japp, y que el caballero que ha traído de Londres desea hablar con ella lo antes posible.»

«Muy bien, señor.»

Estaba en una fiebre de impaciencia por llegar a todos los hechos. Japp me llevaba dos o tres horas de ventaja, y su ansiedad por marcharse me hacía estar ansioso por pisarle los talones.

La Sra. Havering no me hizo esperar mucho. Después de unos minutos escuché un paso ligero que bajaba las escaleras, y al levantar la vista vi a una joven muy atractiva que venía hacia mí. Llevaba un jersey de color de fuego que resaltaba la delgadeza juvenil de su figura. Sobre su oscura cabeza llevaba un sombrerito de piel color fuego. Ni siquiera la tragedia actual podía empañar la vitalidad de su personalidad.

Me presenté y ella asintió con un gesto de rápida comprensión.

«Por supuesto que he oído hablar bastente de usted y de su colega, M. Poirot. Han hecho cosas maravillosas juntos, ¿verdad? Fue muy inteligente por parte de mi marido traerle tan pronto. Ahora, ¿me hará preguntas? Es la forma más fácil de saber todo lo que quiera sobre este espantoso asunto.»

«Gracias, Sra. Havering. Ahora, ¿a qué hora llegó este hombre?»

«Debe haber sido justo antes de las nueve. Habíamos terminado de cenar y estábamos sentados tomando café y fumando.»

«¿Su marido ya se había ido a Londres?

«Sí, se fue como a las seis y cuarto.»

«¿Fue en coche hasta la estación, o caminó?»

«Nuestro propio coche no está aquí abajo. Uno salió de la cochera de Elmer’s Dale a buscarlo a tiempo para el tren.»

«¿Parecía el Sr. Pace el mismo de siempre?»

«Absolutamente—normal en todos los sentidos.»

«Ahora, ¿puede describir a este visitante?»

«Me temo que no. No lo vi. La Sra. Middleton lo llevó directamente a la sala de armas y luego vino a decírselo a mi tío.»

«¿Qué dijo su tío?»

«Parecía bastante molesto, pero se fue luego luego. Unos cinco minutos después oí voces que se alzaban. Salí corriendo al vestíbulo y casi choco con la Sra. Middleton. Y luego oímos el disparo. La puerta de la sala de armas estaba cerrada por dentro y tuvimos que rodear la casa hasta la ventana. Por supuesto, eso llevó algún tiempo, y el asesino había podido alejarse bien. Mi pobre tío”—su voz se descompuso—“había recibido un disparo en la cabeza. Luego me di cuenta de que estaba muerto y mandé a la Sra. Middleton a buscar a la policía. Tuve cuidado de no tocar nada en la habitación, sino de dejarla exactamente como la encontré.»

Asentí con la cabeza.

«Y bueno, ¿en cuanto al arma?»

«Bueno, puedo hacer una conjetura, capitán Hastings. En la pared había un par de revólveres de mi marido. Uno de ellos ha desaparecido. Se lo señalé a la policía y se llevaron el otro. Cuando extraigan la bala, supongo que lo sabrán con certeza.»

«¿Puedo ir a la sala de armas?»

«Por supuesto. La policía ha terminado con ella. Pero se han llevado el cadáver.»

Me acompañó a la escena del crimen. En ese momento Havering entró en el pasillo, y con una rápida disculpa, su esposa corrió hacia él. Me quedé solo para emprender mis investigaciones.

Puedo confesar de una vez que fueron bastante decepcionantes. En las novelas de detectives abundan las pistas, pero aquí no pude encontrar nada que me pareciera fuera de lo común, salvo una gran mancha de sangre en la alfombra, donde supuse que había caído el muerto. Examiné todo con minucioso cuidado y tomé un par de fotografías de la habitación con mi pequeña cámara, que había traído conmigo. También examiné el suelo fuera de la ventana, pero parecía haber sido tan fuertemente pisoteado que juzgué inútil perder tiempo en ello. Ya había visto todo lo que La Cabaña del Cazador tenía para mostrarme. Debía volver a Elmer’s Dale y ponerme en contacto con Japp. Entonces, me despedí de los Havering y me llevaron en el coche que nos había traído de la estación.

Encontré a Japp en el Matlock Arms y me llevó inmediatamente a ver el cadáver. Harrington Pace era un hombre pequeño, sobrio, bien afeitado, de aspecto típicamente americano. Le habían disparado en la nuca y el revólver había sido disparado a quemarropa.

«Se dio la vuelta un momento”—comentó Japp—“y el otro tipo sacó un revólver y le disparó. El que nos entregó la Sra.Havering estaba completamente cargado, y supongo que el otro también. Que curioso lo tonta que es la gente. ¡Imagínate tener dos revólveres cargados colgados en la pared!»

«¿Qué piensas del caso?» Pregunté mientras dejábamos atrás la horripilante recámara.

«Bueno, le había echado el ojo a Havering para empezar…. Ay, sí,»—al notar mi exclamación de asombro—»Havering tiene uno o dos incidentes turbios en su pasado. Cuando era niño, en Oxford, hubo un asunto raro con la firma de uno de los cheques de su padre. Todo silenciado, por supuesto. Ahora está muy endeudado, y es el tipo de deudas por las que no le gustaría acudir a su tío; mientras que puedes estar seguro de que el testamento de su tío sería a su favor. Sí, le había echado el ojo, y por eso quería hablar con él antes de que viera a su mujer; pero sus declaraciones encajan perfectamente, y he estado en la estación, y no hay la menor duda de que se marchó en el tren de las seis y cuarto. Eso llega a Londres ahí por las diez y media. Se fue directamente a su club, dice, y si eso se confirma—pues, ¡no puede haber estado disparándolea su tío aquí a las nueve en punto con una barba negra!»

«Ah, sí—iba a preguntarle qué le parecía esa barba.»

Japp guiñó un ojo.

«Creo que creció bastante rápido—creció en las cinco millas que separan a Elmer’s Dale de La Cabaña del Cazador. La mayoría de los americanos que he conocido van bien afeitados. Interrogué primero al ama de llaves y luego a su señorita, y sus historias hacen sentido; pero lamento que la Sra. Havering no haya podido ver al tipo. Es una mujer inteligente, y podría haber notado algo que nos acercara a la pista.»

Me senté y le escribí un extenso relato a Poirot. Pude añadir varios datos más antes de enviar la carta.

La bala había sido extraída y se demostró que había sido disparada por un revólver de tamaño idéntico al que tenía la policía. Además, se habían comprobado y verificado los movimientos del Sr. Havering la noche en cuestión, y se había demostrado sin lugar a dudas que había llegado realmente a Londres en el tren en cuestión. Y en tercer lugar, se había dado un hecho sensacional. Un caballero de la ciudad, residente en Ealing, al cruzar Haven Green para llegar a la estación de ferrocarril del distrito aquella mañana, había observado un paquete de papel marrón atascado entre las barandillas. Al abrirlo, descubrió que contenía un revólver. Entregó el paquete a la comisaría de la policía local, y antes de la noche se comprobó que era el que estábamos buscando, el mismo que nos había dado la Sra. Havering. Se había disparado una bala.

Todo esto lo añadí a mi informe. A la mañana siguiente, mientras estaba desayunando, llegó un telegrama de Poirot:

Por supuesto que el hombre de barba negra no era Havering. Sólo usted o Japp tendrían una idea como esa. Envíeme la descripción del ama de llaves y la ropa que llevaba esta mañana. Lo mismo de la Sra. Havering. No pierda el tiempo tomando fotografías de interiores. Están subexpuestas y no tienen nada de artístico.

Me pareció que el estilo de Poirot era innecesariamente insultante. También me pareció que estaba un poco celoso de mi posición en el lugar, con todas las facilidades para llevar el caso. Su petición de una descripción de la ropa que llevaban las dos mujeres me pareció simplemente ridícula, pero la cumplí tan bien como yo, un simple hombre, era capaz. A las once llegó un telegrama de respuesta de Poirot:

Avise a Japp que arreste al ama de llaves antes de que sea demasiado tarde.

Confundido y sorprendido, le llevé el telegrama a Japp. Maldijo en voz baja.

«¡Él es el bueno, el M. Poirot! Si él lo dice, es que hay algo de verdad ahí. ¡Y apenas me fijé en la mujer! No sé si podré llegar a arrestarla, pero haré que la vigilen. Iremos ahí ahorita mismo a echarle otro vistazo.»

Pero ya era demasiado tarde. La Sra. Middleton, aquella mujer tranquila, de mediana edad, que había parecido tan normal y respetable, se había desvanecido en el aire. Su caja se había quedado atrás. Sólo contenía ropa ordinaria. No había ninguna pista sobre su identidad o su paradero.

De la Sra. Havering obtuvimos todos los datos que pudimos.

«La contraté hace unas tres semanas, cuando la Sra. Emery, nuestra anterior ama de llaves, se fue. Vino de la agencia de la Sra. Selboume en Mount St., un lugar muy conocido. Todas mis amas de llaves vienen de allí. Enviaron a varias mujeres a verme, pero esta Sra. Middleton me pareció la más agradable y tenía espléndidas referencias. La contraté ahí mismo y se lo comuniqué a la Agencia. No puedo creer que hubiera nada malo en ella. Era una mujer tan agradable y tranquila.»

El asunto era ciertamente un misterio.

Aunque estaba claro que la propia mujer no podía haber cometido el crimen, ya que en el momento del disparo la señora Havering estaba con ella en el vestíbulo, sin embargo debía tener alguna relación con el asesinato, o ¿por qué iba a salir corriendo de repente?

Le envié un telegrama a Poirot con los últimos acontecimientos y le sugerí que regresara a Londres para hacer averiguaciones en la agencia Selbourne. La respuesta de Poirot fue rápida:

Es inútil preguntar en la agencia. Nunca habrán oído hablar de ella. Averigüe qué vehículo la llevó a La Cabaña del Cazador cuando llegó allí.

Aunque desconcertado, fui obediente. Los medios de transporte en Elmer’s Dale eran limitados. La cochera local tenía dos coches, y había dos moscas de estación. Ninguno de ellos había sido requerido en la fecha en cuestión. También debo mencionar que las averiguaciones en la Agencia en Londres confirmaron el pronóstico de Poirot. Ninguna mujer llamada «Sra. Middleton» había estado nunca en sus registros. Habían recibido la solicitud de la honorable Sra. Havering de un ama de llaves, y le habían enviado varias candidatas para el puesto. Cuando ella les envió los honorarios del contrato, omitió mencionar a la mujer que había seleccionado.

Se sugiere que el lector haga una pausa en su lectura de la historia en este punto, haga su propia solución del misterio y luego vea lo cerca que está de la del autor—Los Editores.

Algo cabizbajo, regresé a Londres. Encontré a Poirot instalado en un sillón junto al fuego. Me saludó con mucho afecto.

«¡Mon ami Hastings! ¡Cuánto me alegro de verlo! Verdaderamente le tengo un gran cariño. ¿Y se ha divertido? ¿Ha corrido de aquí para allá con el buen Japp? ¿Ha interrogado e investigado hasta saciar su corazón?»

«Poirot,» grité, «¡el asunto es un oscuro misterio! Nunca se resolverá.»

«Es cierto que no es probable que nos cubramos de gloria por ello.»

«No, de verdad. Es un caso difícil de resolver.»

«¡Oh, en cuanto a esos, yo, yo soy muy bueno resolviendo de esos! ¡Una verdadero locuaz! No es eso lo que me avergüenza. Sé muy bien quién mató al Sr. Harrington Pace.»

«¿Lo sabe? ¿Cómo lo descubrió?»

«Sus esclarecedoras respuestas a mis telegramas me proporcionaron la verdad….. Veamos, Hastings, examinemos los hechos metódicamente y en orden. El Sr. Harrington Pace es un hombre con una fortuna considerable que a su muerte pasará sin duda a su sobrino, punto número uno. Su sobrino es conocido por ser desesperadamente duro, punto número dos. También se sabe que su sobrino es… ¿digamos un hombre de moral relajada? ¡Punto número tres!»

«Pero está probado que Roger Havering viajó directamente a Londres.»

«¡Precisément! Y por lo tanto, como el Sr. Havering salió de Elmer’s Dale a las seis y cuarto, y como el Sr. Pace no puede haber sido asesinado antes de salir (o el médico habría dado mal la hora del crimen cuando examinó el cadáver), concluimos, con toda razón, que el Sr. Havering no le disparó a su tío. Pero hay una Sra. Havering, Hastings.»

«¡Imposible! El ama de llaves estaba con ella cuando se hizo el disparo.»

«Ah, sí, el ama de llaves. Pero ha desaparecido.»

«La encontrarán.»

«Creo que no. Hay algo peculiarmente evasivo en esa ama de llaves—¿no le parece? Me llamó la atención de inmediato.»

«Hizo su papel, supongo, y luego salió por los pelos.»

«¿Y cuál fue su papel?»

«Bueno, supongo que admitir a su confederado, el hombre de barba negra.»

«Oh, no, ese no fue su papel. Su papel fue el que usted acaba de mencionar, proporcionar una coartada para la Sra. Havering en el momento del disparo. ¡Y nadie la encontrará, mon ami, porque no existe! ‘No hay tal persona,’ como dice su gran Shakespeare.»

«Fue Dickens,» murmuré, sonriendo. «¿Pero qué quiere decir, Poirot?»

«Quiero decir que Zoe Havering era actriz antes de casarse, que usted y Japp solo vieron al ama de llaves en un pasillooscuro, una figura tenue, de mediana edad, vestida de negro y con una voz débil y apagada, y, por último, que ni usted, ni Japp, ni la policía local a la que el ama de llaves fue a buscar, vieron nunca a la Sra. Middleton y a su amante a la vez. Fue un juego de niños para aquella mujer inteligente y atrevida. Con el pretexto de llamar a su ama, sube corriendo las escaleras, se pone una camisa brillante y un sombrero con rizos negros que se abrocha sobre la transformación gris. Unos pocos toques hábiles, y se quita el maquillaje; un ligero espolvoreado de rojo, y la brillante Zoe Havering baja con su clara voz de timbre.»

«¿Pero el revólver que se encontró en Ealing? ¿La Sra. Havering no pudo haberlo colocado allí?»

«No, eso fue cosa de Roger Havering, pero fue un error por su parte. Me puso sobre la pista correcta. Un hombre que ha cometido un asesinato con un revólver que encontró en el lugar lo tiraría luego luego; no se lo llevaría a Londres. No, el motivo estaba claro; los criminales deseaban centrar el interés de la policía en un lugar muy alejado de Derbyshire; estaban ansiosos por alejar a la policía lo antes posible de las proximidades de La Cabaña del Cazador. Por supuesto, el revólver encontrado en Ealing no era con el que dispararon al Sr. Pace. Roger Havering efectuó un disparo con él, se lo llevó a Londres, fue directamente a su club para establecer su coartada, luego fue rápidamente a Ealing en el Ferrocarril de Distrito, un asunto de unos veinte minutos solamente, colocó el paquete donde fue encontrado y así regresó a la ciudad. Esa encantadora criatura, su mujer, dispara tranquilamente al Sr. Pace después de cenar, ¿recuerda que le dispararon por detrás? ¡Otro punto significativo, ese! Ella recarga el revólver y lo vuelve a poner en su sitio, y luego empieza con su pequeña comedia desesperada.»

«Es increíble,» murmuré, fascinado. «Y aún así…»

«Y aún así es verdad. Bien sûr, amigo mío, ¡es verdad! Pero llevar a esa preciosa pareja ante la justicia, ése es otro asunto. Bueno, Japp debe hacer lo que pueda—le he escrito con todo detalle; pero mucho me temo, Hastings, que nos veremos obligados a dejarlos en manos del Destino—o de le bon Dieu—como usted prefiera.»

«Los malvados florecen como un laurel verde,» le recordé.

«¡Pero a un precio, Hastings, siempre a un precio, croyez moi

Los presentimientos de Poirot se confirmaron. Japp, aunque convencido de la veracidad de su teoría, fue incapaz de reunir las pruebas necesarias para asegurar una condena. La enorme fortuna del Sr. Pace pasó a manos de sus asesinos. Sin embargo, Némesis les alcanzó, y cuando leí en el periódico que el Honorable Roger y la Sra. Havering estaban entre los muertos en el accidente del Air Mail a París, supe que la Justicia estaba hecha y satisfecha.